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Alerta sobre extinción de especies

Las alertas se han convertido en los últimos años en la mejor manera de llamar la atención de responsables políticos o de la ciudadanía en general sobre numerosos temas. Las más habituales son las alertas antiterroristas, de defensa o seguridad, pero desde hace algún tiempo en la Comunidad de Inteligencia y científica hay voces que están poniendo el acento en las alertas medioambientales y ecológicas, que son el centro de grandes riesgos. Entre ellas, está la alerta sobre extinción de especies. Somos muchos los que llevamos tiempo alertando sobre el peligro de esta situación, con unas implicaciones no solo para los ecosistemas sino también para los seres humanos.
Es una evidencia científica que ya nos encontramos en plena sexta extinción de especies, en esta ocasión no se debe a causas naturales y sí es provocada por la acción del hombre y la mujer. El dato es escalofriante, cada día se pierden 150 especies animales, sobre un total de unas 8,7 millones de especies existentes, lo que significa la mayor ola de extinciones desde que desaparecieron los dinosaurios, y un golpe letal a la biodiversidad del planeta. Esto por sí solo implica una batería de riesgos que no podemos desdeñar.
Científicos, analistas de inteligencia y otros expertos llevamos años alertando sobre este tema y sus consecuencias, que año tras año se van cumpliendo sin que se pongan las medidas necesarias para evitar la que va a ser una catástrofe que dejará pequeña la última crisis económica, financiera y de valores.

No es casual que la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera del planeta se encuentre en un nivel nunca visto desde hace 650.000 años, producto de la contaminación. O cambiamos la industria hacia planteamientos sostenibles y potenciamos tecnologías limpias, o la deriva hacia una destrucción medioambiental será imparable. Y al final de ese camino estamos todos. La extinción de especies amenaza el equilibrio ecológico y la supervivencia del ser humano en un entorno saludable. De no tomar medidas, entre ellas integrar la biodiversdad en todas las políticas y sectores, no solo desaparecerán cientos de especies sino que millones de personas podrían mal vivir en entornos contaminados, sometidos a enfermedades recurrentes y sin la calidad de vida de la que disfrutaron generaciones anteriores.
Durante mucho tiempo ni los responsables políticos ni la gente han querido ver esta realidad que nos acecha, pero la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, elaborado por 1.300 científicos de 95 países, entre otros muchos estudios, demuestra que la degradación progresiva de dos terceras partes de los ecosistemas puede tener consecuencias desastrosas para la humanidad en los próximos 50 años. Sí, ha leído bien. Muy probablemente usted sufra esas consecuencias.
Cada hora, tres especies desaparecen en la Tierra, cada día, más de 150 especies, cada año, entre 18.000 y 55.000 especies se extinguen. Un patrimonio biológico insustituible y una pérdida que afectará a toda la población humana. Entre un 25 y un 40 por ciento de las especies únicas de África pueden haberse perdido para el 2085. Los cambios climáticos en el Ártico, que es considerado el barómetro medioambiental del planeta, han provocado la reducción de los hielos, que amenazan con hacer desaparecer a los osos polares y otras especies únicas, ya se ha producido una caída de un 30 por ciento del nivel de las aguas en el Lago Victoria y la deforestación en la Amazonia avanza imparable y es un escándalo que pocos denuncian. Asimismo, la agricultura tiene un gran impacto sobre la biodiversidad. La conversión de tierras causa la pérdida de servicios que brindan los ecosistemas naturales, como reducir las inundaciones y limpiar o retener el agua. También perdemos diversidad genética, lo que significa menores opciones para combatir enfermedades en el futuro, y muchas otras utilidades potencialmente útiles para la humanidad. Cuando una especie se extingue, se va para siempre y perdemos todo su potencial.

Además, de no adoptar medidas urgentes e inteligentes que preserven los ecosistemas que nos quedan, esta pérdida de biodiversidad y el deterioro de los hábitats naturales, que ya vemos avanzados con la destrucción de los arrecifes de coral o de los bosques y los manglares, contribuirán aún más a los desequilibrios climáticos, la aceleración en la extinción de más especies y la pérdida de recursos naturales para el ser humano. Es un proceso perverso y que se retroalimenta porque en los bosques y las extensiones de turba se almacenan importantes cantidades de dióxido de carbono, y los manglares son decisivos para impedir el aumento del nivel del mar. Sin ellos estamos tan perdidos como los animales ya extintos, aunque algunos no sean conscientes o no quieran verlo todavía.
Nos encontramos en un punto de inflexión importante y este tipo de alertas necesitan ser atendidas porque nos jugamos el progreso y el desarrollo sostenible. Si conservamos y aprovechamos de forma sostenible la biodiversidad, tendremos el futuro ganado y millones de personas podrán vivir dignamente en todo el mundo. Si no lo hacemos, si insistimos en modos de vida excesivamente consumistas sin sentido, explotando los recursos naturales, no solo destruiremos lo que nos queda sino que estaremos condenando a la especie humana a un negro futuro, que será de todo menos natural.
Ahora mismo estamos asaltando los procesos naturales de diferente manera y todos y cada uno de ellos pasan factura tarde o temprano. Por ejemplo, las especies declaradas oficialmente extinguidas en los últimos veinte años fueron 27, lo que representa que el ritmo actual de pérdida de biodiversidad es de cien a mil veces mayor que el que ocasionaría los procesos naturales. Una auténtica barbaridad. Las especies oficialmente desaparecidas en el planeta desde que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) comenzó sus trabajos, hace unos cuarenta años, llegan ya a 784, a las que hay que añadir otras 65 que solo sobreviven en cautiverio o en cultivos. Incluso los procesos naturales humanos se están viendo alterados por conductas artificiales, de ingeniería social, que están introduciendo cambios que provocarán estallidos y problemas sociales, así como nuevos tipos de guerras y conflictos. Es un proceso que ya está en marcha y que apenas se percibe porque se produce gradualmente, año a año, y ni a políticos ni a medios les interesa divulgar. Es un hecho que aproximadamente 100.000 años atrás, y en coincidencia con el aumento de la población y la distribución geográfica de los humanos, las extinciones se han incrementado a niveles nunca vistos desde la extinción masiva del Cretácico-Terciario. A esto se le conoce como la extinción masiva del Holoceno, y se estima que para el año 2100 la cantidad de especies extintas podría alcanzar cotas muy elevadas, incluso la mitad de todas las especies que existen actualmente.

La Lista Roja de la UICN sobre especies amenazadas determina que, de las 40.177 especies evaluadas en el mundo, 16.119 se consideran en alguna de las cuatro fases de peligro, un dato que es para despertar todas las alarmas si algunos responsables no tuvieran un zoquete como cabeza. Concretamente, están amenazadas el 12 por ciento de las especies de aves, el 23 por ciento de mamíferos, el 52 por ciento de insectos, el 32 por ciento de anfibios, el 51 por ciento de reptiles, el 25 por ciento de coníferas y el 20 por ciento de tiburones y rayas. Aunque los estudios realizados solo alcanzan al 60 por ciento de los vertebrados, un 40 por ciento de las plantas y apenas un uno por ciento de hongos y líquenes del planeta, se ha podido constatar un aumento exponencial del número de especies extinguidas en los últimos años, un hecho atribuible en exclusiva a la acción del hombre y la mujer. Y no son hipótesis, son realidades demostradas científicamente.
La contaminación y la destrucción de ecosistemas causadas por los seres humanos es con seguridad la alarma que más deberíamos escuchar y sobre la que adoptar medidas. Es una amenaza invisible, silenciosa y que destruye el futuro y nos aboca a la extinción de especies y la degradación de la nuestra hasta límites insospechados.
Las únicas buenas noticias en este panorama son los programas de recuperación y repoblación de especies en marcha, la conciencia ecológica de millones de personas, que tienen en sus manos la elección de responsables inteligentes y comprometidos con la naturaleza, y las alertas que algunos seguimos emitiendo sin descanso sobre este tema.




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