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Hispanos en Al Qaeda

Una de las tendencias más inquietantes en terrorismo islamista está relacionada con la adhesión de hispanos a la órbita de Al Qaeda.
El arresto hace semanas por el FBI de Antonio Martínez, un ciudadano naturalizado de 21 años, originario de Nicaragua, que planificaba un ataque con explosivos contra un centro de reclutamiento militar en la ciudad de Catonsville, en el estado de Maryland, ha puesto en alerta a los servicios de Inteligencia sobre los casos de hispanos asociados al islam radical.
Son casos preocupantes por una doble razón: por tratarse de ciudadanos ajenos a la cultura islámica, que caen víctimas de la propaganda radical de Al Qaeda, y porque se producen en el interior del país, lo que abre otro frente de lucha contra la organización terrorista.

Frente a aprendices de terroristas, nos encontramos con la labor de los servicios de Inteligencia, fundamentales para combatir con eficacia estas redes. En el caso de Martínez, también conocido como Muhammad Hussain, el FBI le siguió la pista durante meses y hasta le proveyó de explosivos falsos para desmantelar su plan.
Martínez fue detenido el 8 de diciembre después de que hiciera una llamada desde su teléfono móvil para detonar la inofensiva bomba que había preparado mientras se encontraba estacionado dentro de una camioneta frente al establecimiento militar.
Pero el caso de Martínez no ha sido el único relacionado con Al Qaeda, y esto es lo verdaderamente preocupante, ya que se suma a otros casos en donde estadounidenses de origen hispano estuvieron relacionados con el extremismo islamista, lo que da cuenta del nivel de penetración de la influencia radical entre algunos colectivos sociales proclives a la manipulación ideológica que practica con efectividad Al Qaeda.
Entre esos casos destaca el de José Padilla, un pandillero convertido al islam, que desde 2008 cumple una pena de 17 años de prisión por formar parte de una célula de apoyo a la red Al Qaeda.

¿Por qué se está produciendo este fenómeno? La respuesta es que Al Qaeda necesita desesperadamente ciudadanos occidentales, en especial estadounidenses, con pasaporte legal, para poder organizar células libres de vigilancia y que puedan organizar y llevar a cabo actos terroristas en el interior de Estados Unidos o de los países objetivos.
Su campaña de propaganda y lavado de cerebro es uno de los pilares para seguir nutriéndose de candidatos a terroristas. Por sus circunstancias sociales y económicas, los miembros de algunas minorías, como los hispanos, estás más expuestos a sus mensajes de subversión.
Casos como los de Daniel Maldonado, uno de los primeros ciudadanos estadounidenses en pasar a integrar el grupo extremista de Al Qaeda en Somalia, y Bryant Neal Viñas, residente de Long Island (Nueva York), que ha estado cooperando desde 2009 con las autoridades estadounidenses, tras declararse culpable de los cargos de conspirar para asesinar a ciudadanos estadounidenses, proveer material de apoyo a Al Qaeda y proporcionar «asesoría y asistencia» en la planificación de un atentado al sistema ferroviario de Long Island, deben hacernos reaccionar para combatir esta deriva terrorista antes de que alcance a más ciudadanos hispanos que podrían caer víctimas del mensaje radical islamista. Esta prevención en la raíz del problema, con más educación e información a los ciudadanos, puede ser lo que evite en última instancia el próximo ataque terrorista con el sello de Al Qaeda.

Otra vía que debe potenciarse es la cooperación con los terroristas hispanos dispuestos a colaborar. En el caso de Viñas, por ejemplo, la información que ha suministrado sobre Al Qaeda ha resultado muy valiosa en la lucha antiterrorista.
Uno de los objetivos de los servicios de Inteligencia pasa por evitar que algunas minorías, en particular la hispana o la afroamericana, caigan en la trampa del radicalismo islamista cuando extiende sus redes de reclutamiento. Una tarea en la que la colaboración entre la CIA, el FBI y el Departamento de Seguridad Nacional tiene un amplio campo de actuación que debe incrementarse.




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