La industria editorial afronta un reto complicado en cuanto a las formas de leer de las nuevas generaciones. Las tecnologías digitales han revolucionado el acto de leer, y desde hace casi diez años no deja de avanzar el número de personas que leen en otros soportes distintos al papel, fundamentalmente ebooks y en Internet.
Esta cuestión es relevante y ha entrado en escena en estos últimos años. Tanto que actualmente es frecuente escuchar en qué soporte o formato se lee, algo que sólo hace diez años hubiera sido impensable. ¿Significa esto que el libro en papel se extinguirá? No, claro que no, de hecho se va seguir publicando y vendiendo en papel lo mejor de la literatura, pero es una realidad que tendrá que convivir con los libros electrónicos y la lectura en internet, bien a través de ordenadores, tablets o móviles.
Esto no debe dejarnos ver una realidad que avanza imparable. Con cada nueva generación que se incorpora a la lectura, aumentan los dispositivos digitales y este tipo de lectura, pero en contra de lo que vaticinan muchos, no pienso que se vaya a perder el amor por la lectura en papel. Quizá por romanticismo, porque los peques también están leyendo en papel actualmente, porque en el futuro muchas de las grandes obras solo se encontrarán en papel, y porque se seguirá editando calidad y es difícil sustituir las sensaciones como lector con un libro entra las manos, el libro en papel tiene presente y tiene futuro.

Eso sí, hay que saber ganárselo y tener en cuenta que la revolución tecnológica está transformando el mundo de las palabras y la industria editorial, es un cambio profundo y que irá a más. No sólo ha introducido nuevas formas de edición sino también nuevas formas de lectura. Esto afecta a la sociedad y a las costumbres, que se hace más plural, diversa, y con nuevas opciones.
El gran peligro de esta situación es que los lectores acostumbrados a leer en digital también se han mal acostumbrado a consumir toda esa información y libros de forma gratuita, sin valorar su contenido ni el coste de que esté en ese formato. En resumen, no quieren pagar por ese tipo de lectura o les cuesta horrores hacerlo. Esto es en sí mismo el desafío mayor porque puede golpear mortalmente a la industria editorial.

Estos cambios nos hacen preguntarnos si este es el final del libro tal y como hoy lo conocemos hasta ahora, o sólo la aparición en escena de estas nuevas formas de lectura. Hoy ya es una realidad que Internet y los ebooks han cambiado el modo de leer de los más jóvenes, su forma de comunicarse y de emplear su tiempo de ocio. Son lectores que leen de forma más fragmentada y menos concentrada, aupándose en esa corriente de leer rápido y no digerir bien los contenidos.
Para hacer frente a esta realidad y mantener vigente la lectura tradicional en papel, una lectura reflexiva y enriquecedora, es imprescindible no sólo que los editores trabajen la calidad sino que también los padres apuesten por leer a sus hijos y fomenten en ellos el amor por la lectura desde pequeños. El único camino para que en un futuro sean lectores inteligentes que sepan apreciar una buena lectura en papel.