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Una nueva era en el espacio para la NASA

Los nuevos tiempos que vivimos son una realidad en todos los ámbitos y la exploración espacial no es ajena a esta circunstancia. El final del programa Shuttle de la NASA, que provocará el fin de los vuelos de los transbordadores espaciales, también marcan el comienzo de la era comercial en el espacio y el despegue de la iniciativa privada, que hemos visto hecho realidad el pasado 8 de diciembre con el lanzamiento por parte de la empresa estadounidense SpaceX de la nave Falcon 9, la primera capaz de alcanzar la órbita baja terrestre y regresar a la tierra, que portaba la cápsula Dragon, diseñada para colocar en órbita baja terrestre hasta 6.000 kilogramos de carga o bien una combinación de hasta siete tripulantes y carga, y volver a Tierra con una carga máxima de 3.000 kilogramos, ya sea en forma de carga pura o de nuevo como combinación de tripulantes y carga.
Ahora nos hallamos en un periodo de transición marcado por importantes cambios y avances, en el que la NASA está enfocando sus esfuerzos hacia la exploración de la órbita baja terrestre y delegando algunas responsabilidades e iniciativas en empresas comerciales privadas, que se muestran muy activas en la exploración espacial. Para ello se destinarán aproximadamente 850 millones de dólares en los actuales presupuestos para el programa Commercial Crew Development.

Al mismo tiempo se está llegando a acuerdos comerciales con Rusia con el objetivo de seguir viajando hasta la Estación Espacial Internacional y continuar con los experimentos que allí se realizan.
En esta nueva era, los vuelos espaciales comerciales están más cerca que nunca, de forma que muy pronto será posible enviar a futuros turistas orbitales al espacio. Esto será posible gracias a las empresas privadas que están entrando en el sector espacial y cuyos proyectos de naves privadas permitirán que operen los vuelos comerciales. La fase actual es la de construcción de esas naves, pero en poco tiempo esas empresas estarán ya en disposición de lanzarlas al espacio y construir líneas regulares de vuelos espaciales, de igual forma que hacen ahora Boeing o Airbus.
El “Space Shuttle Program” de la NASA ha sido el gran impulsor del avance de la investigación espacial en los últimos 30 años y el punto de referencia para los futuros vuelos comerciales. El transbordador espacial Columbia fue el primero que se lanzó el 12 de abril de 1981. Le siguieron el Challenger, el Discovery, el Atlantis y el Endeavour. Ahora que este programa de la NASA llega a su fin, el siguiente paso a dar es necesariamente una etapa de transición en el programa espacial estadounidense, ya que el transbordador ha sido una de las más formidables máquinas que hemos tenido ocasión de tener. Ahora necesitamos establecer un sistema de transporte comercial en la órbita baja terrestre, que en realidad es más viable y se adapta a las nuevas necesidades.
Para ello la NASA también deberá organizar y poner en marcha su nuevo sistema de lanzaderas espaciales, que nos permita mantener el liderazgo en la investigación y exploración del espacio.

El Discovery ha tenido el honor de realizar uno de los últimos vuelos del Programa Shuttle, tras el cual será retirado al museo Smithsonian de Washington. Después ya sólo quedarán dos misiones más para el programa de transbordadores de la NASA; el siguiente será el del Endeavour el 19 de abril y el Atlantis el 28 de junio.
Sin embargo, lo más seguro es que no sean los últimos, ya que la empresa United Space Alliance (USA), participada al 50% por Lockheed Martin y Boeing, que es el contratista principal de la NASA para la gestión y administración de su flota de transbordadores, forma parte de una de las cinco iniciativas privadas que están diseñando el reemplazo comercial de las naves. Esta firma solicitó a la NASA alrededor de 1.500 millones de dólares anuales para operar dos veces al año a los transbordadores Atlantis y Endeavour entre el 2013 y el 2017. Por lo que ambos transbordadores podrían alzar el vuelo de nuevo.
De momento el plan de la NASA es la retirada de los transbordadores tal y como está pautado. De forma paralela la Fuerza Aérea está trabajando y haciendo pruebas con una nueva nave, más pequeña, maniobrable y reutilizable, que mejorará la seguridad y rapidez de los vuelos espaciales. Una nave que, por cierto, Rusia ya se ha encargado de copiar y desea desarrollar también.
Asimismo, el pasado febrero la NASA realizó las pruebas con el primer prototipo de la cápsula espacial tripulada ‘Orión’, que fue trasladada desde la planta de montaje de Michoud, en New Orleans, a las instalaciones de la empresa Lockheed Martin en Denver, y que aún tendrá que pasar muchas pruebas antes de ser lanzada al espacio. La “Orion” servirá para transportar astronautas y previsiblemente hará su primer vuelo tripulado en 2013. Esta cápsula está diseñada para alojar a cuatro astronautas y no necesitan pistas de aterrizaje sino que amerizan, tal y como hicieran las naves ‘Mercury’, ‘Gemini’ o ‘Apollo’.

Además de estos planes, la filial espacial Astrium negocia una alianza con la empresa estadounidense Alliant Techsystems para proponer a la NASA la construcción de un cohete que estaría listo en un plazo de dos a tres años. La idea es que el cuerpo principal del nuevo cohete, bautizado como “Liberty”, sea el mismo que el de la lanzadera europea Ariane-5, mientras el resto de los elementos de la parte inferior del prototipo los incorporaría Alliant Techsystems, basados en los cohetes de combustible sólido que ayudan a lanzar a los transbordadores actuales fuera de la Tierra; Alliant Techsystems sería la que concurriera a la licitación de la NASA. Este nuevo cohete también tendría la capacidad para poner en órbita astronautas y una carga útil de 22 toneladas, suficiente para llevar los diferentes vehículos y cápsulas espaciales que se están probando en diversos proyectos en marcha. El cohete Liberty tendría unos 90 metros de altura y estaría listo para volar en 2013, y operativo con astronautas a bordo para el año 2015.
Los proyectos espaciales se encuentran en un momento clave, por la adaptación a los retos que tenemos y la necesidad de impulsar nuevos objetivos. Aparte del desarrollo de la próxima generación de naves espaciales, hay otros proyectos apasionantes. Ad Astra Rocket, una compañía de alta tecnología, está desarrollando un nuevo sistema de propulsión de plasma de alta temperatura que facilitará las nuevas misiones interplanetarias. Con estos nuevos motores, los vuelos espaciales serán más rápidos y baratos. Esta tecnología se encuentra en fase de pruebas y pone de relieve la importancia cada vez mayor que va a tener la alianza entre la NASA y el sector privado en la investigación espacial. Este proyecto ha sido desarrollado por Ad Astra Rocket con el apoyo del Centro Espacial Lyndon B. Johnson de NASA y varias universidades de Estados Unidos, comenzó a gestarse hace treinta años, y permitirá reducir la duración de las misiones espaciales de forma drástica, incluidas las tripuladas, que es algo básico para impulsar viajes a otros planetas y a los confines del Universo.
Así, por ejemplo, si con los medios convencionales, un viaje a Marte tardaría hoy en día entre siete u ocho meses en llegar a su destino, con el «motor de magnetoplasma de impulso específico variable», que es el nombre que se la ha dado al proyecto, duraría sólo dos meses, utilizando menos combustible que la propulsión química actual y con más capacidad de carga. Este motor revolucionario podría estar operativo en 2014.
La exploración espacial sigue siendo una aventura constante e irresistible en la que Estados Unidos lidera los trabajos y los proyectos para continuar conociendo cada vez más y mejor el espacio.




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